“Sin el arte, la crudeza de la realidad haría al mundo insoportable” George Bernard Shaw Es muy difícil no conmoverse cuando vimos “La Lista de Schindler”, “El Lector”, “El imperio del Sol” entre muchas. También los que hemos leído “El diario de Ana Frank”, “Las Cenizas de Angela” de Franck McCourt “A sangre fría” de Truman Capote, “El Olvido que seremos” de Héctor Abad Faciolince, “Castigo Divino” de Sergio Ramírez. El cuadro El Guernica de Picasso, los murales de Orozco o Diego Rivera, los cuadros de Caravaggio, el rock y todo el despertar social en sus diferentes derivaciones: punk, folk, luego el rap y hip-hop nacido en los barrios marginales. Si queremos conocer la historia de un país, de su gente: revisemos sus expresiones culturales: música, teatro, literatura, cine, danza etc. Quizá a los fieles seguidores de la historia documentada desde lo científico no les guste esa afirmación. Sin embargo, nos conectamos con otras personas cuando nos cuentan sus historias, desde
Desde la aparición del columnista Charles M. Blow, en el The New York Times donde afirmó que "Algunas de las primeras caricaturas que puedo recordar incluyen a Pepe Le Pew, quien normalizó la cultura de la violación; Speedy Gonzales, cuyos amigos ayudaron a popularizar el estereotipo corrosivo de los mexicanos borrachos y letárgicos” causó revuelo entre las generaciones que crecieron con los Looney Toons y la memoria emotiva les trae la nostalgia infantil sobre estas caricaturas que marcaron a diferentes generaciones. La polémica se extendió a las grupos más jóvenes que avalan que Blow tiene razón al indicar que las caricaturas reforzaron estos estereotipos y que de alguna forma aportan a esa cultura del acoso a las mujeres y el racismo a los mexicanos. Este evento, propio del mainstream, no lo pasaré desapercibido para reflexionar sobre algunos puntos que me parecen oportunos compartir y no quedarse en comentarios entre amigos que coincidimos con que hay signos de aparición