Las personas necesitan un poco de locura, de otro
modo nunca se atreven a cortar la soga y liberarse" Nikos Kazantzkis
La primera vez que asistí a un Ladys Night fue en una
discoteca que estaba ubicada en Altamira.
Esta disco ofrecía un espectáculo particular, compañeras de
trabajo hablaban de ese lugar porque las
mujeres se sentían "liberadas".
De manera tardía los shows de streapers masculinos habían llegado a la
capital, esos que sólo habíamos visto en películas como El asesino de
Chippindales, o Full Monty.
Managua a partir de los jueves sube su temperatura etílica y
los bares ofrecen cubetazos, tragos 2 x 1, entradas gratis a las mujeres.
Después de una jornada de trabajo, Frida y Zoila me llaman para saber ¿Qué tengo
pensado hacer por la noche? nada en especial- les digo- -Pasamos por vos a las
9:00 p.m. hoy es noche de damas.- Me dijo Zoila- en tono imperativo.
Primero a comer algo, luego a la disco, entramos y aquello
nos pareció la isla de Lesbos con neón. Las mesas abarrotadas de mujeres de todas
las edades, música altísima, luces resplandeciendo los movimientos de las
siluetas que en parejas homosexuales bailaban en la pista.
Un mesero se acercó con sonrisa prefabricada, ofreció disculpas
y nos dijo que había lugar en la barra. Tres puestos justos. Nos sentamos y
pedimos cervezas. El DJ, anuncia que pronto dará inicio al show, griterío,
brincos y aplausos. Apagan las luces, un foco seguidor ilumina la tarima, y con
un efecto explosivo aparece el primer Apolo musculoso en pose petrificada. Los
gritos suben de decibeles, el joven empieza a bailar abruptamente y las
mujeres enloquecen, alaridos, desenfreno total. Hay una silla puesta en el
escenario y el joven invita a una muchacha que luce un vestido tan ajustado que
evidencia que está entradita en carnes. Se sienta y ella sube encima de él,
empiezan a moverse al unísono. Los gritos ensordecen.
Después de la primera canción, aparecen media docena de
jóvenes atléticos vistiendo solo pantalón que luego desarmarán porque están
diseñados para quitarse de un tirón. Uno de ellos sube a bailar en la barra con una tanga
puesta, las mujeres lo tocan, meten billetes en la diminuta pieza y algunas más
atrevidas le bajan la misma.
Nosotras permanecimos impávidas ante todo lo que estaba
ocurriendo, el muchacho advierte que estamos ajenas a la histeria
colectiva, se acerca, nos baila, según él, sensual, ofreciendo sus atributos
frente a nuestros rostros. Frida, Zoila y yo primerizas en esto, nos miramos
con cara de ¿WTF?. Aquello nos parecía de película.
Mojigatería, ¡Por supuesto! Jamás habíamos estado en un
espectáculo donde los hombres se desnudaban frente a 200 mujeres desenfrenadas.
Nuestra reacción cohibida podría responder a muchas cosas, pero la única que
coincidimos fue que la curiosidad no llenó nuestra expectativas. Nos sentimos más incómodas que en ambiente. Porque tomar el rol de pagar para que alguien se desnude frente a tus ojos, no estaba en nuestros esquemas de
lo que puede ser sensual, erótico, o sexy.
Esto me recordó el cuento de Marques de Sade, la Mojigata
que narra la historia de una pareja, donde la mujer santa, casta y pura no se
dejaba ver desnuda por su esposo, cosa que él respetó porque su mujer era decente, para tener relaciones usaba un largo camisón con un hueco. Un amigo llegó de visita y le pidió a su amigo casado que lo llevara a esos lugares de
placer, el amigo a escondidas de su esposa accede, total será una noche y no se
dará cuenta. Van la casa de citas y el amigo visitante se acuesta con una mujer inolvidable en
la cama. Al final, la mujer resultó ser la esposa del amigo.
Todos somos mojigat@s de una u otra manera, porque las
normas de conducta nos dictan como comportarnos, en la escuela, en el trabajo, en la sociedad. Mi madre, compañeras de clase y maestros me recriminaban: Las
niñas se sientan con las piernas cerradas. Pero si vemos un hombre de piernas
cruzadas dudamos de su preferencia sexual.
La mojigatería no solo se manifiesta en temas de sexualidad
y comportamiento, que es mucho, también en la cantidad de prejuicios que
tenemos sobre la raza, religión, la política, la diversidad en todas sus
manifestaciones. Bajo esta premisa dicen que los europeos son circunspectos, que los latinos
demasiado desinhibidos.
El tema con los mojigat@s no es que tengan un comportamiento
recatado, comedido, "proper" como me dice un amigo quien siempre
señala que no pierdo mi "glamour" aún en una noche de juerga. El
problema con los mojigat@s es que quieren que los demás cumplan con sus normas de conducta, pero además hacen a escondidas todo aquello que señalan. Que
bajemos la voz en ciertos lugares, que no vistamos demasiado
"provocativas", milita en un partido de "derecha" pero aplaude los discursos de la "izquierda", piden sigilosamente a los demás que no revelen "deslices" o "metidas de pata" frente a la pareja.
El mojigat@ tiene un pánico exagerado a que los demás tengan una idea errónea, porque ponen demasiado valor en la
imagen que proyectan hacia afuera y creen que si se salen de ese
marco, los otros los rechazarán o harán un juicio equivocado.
Tenemos tres capas:
Lo que somos, lo que aparentamos ser y lo que los demás piensan que somos.
¿Cuál es la verdadera? Las tres. Pienso que quien te quiere y acepta libre de
prejuicios no juzgará tu manera de ser a pesar de lo deshibido o cohibido que
seas. Hay que coincidir, en esos puntos medios porque tanta mojigatería hace
que los demás piensen que no sos una persona transparente y demasiado
desparpajo hace que los demás esquiven tu compañía.
He aprendido a relajarme en el momento que se requiere, a
soltar la rienda de la locura, a reírme a carcajadas en el lugar menos
inesperado, también a no señalar, ni pedirles a los demás "moderar"
su comportamiento mientras yo hago todo lo contrario.
Nunca volví a un show para mujeres. A un hombre prefiero
desnudarlo en privado, pero entiendo que hay mujeres que encuentran un escape
sexual en este tipo de eventos y es válido enloquecerse. La vida es demasiado
corta como para tomarla tan en serio, con tantos remilgos. Las cosas
divertidas, que llenan la vida de olores, sabores y sensaciones son aquellas que fluyen con naturalidad con el disfrute de aceptarnos.
Ahora cada
vez que me veo al espejo, me digo: Verás que no soy perfecta, que soy despistada,
orgullosa y terca, ensimismada meditabunda, maniática de la limpieza del orden
de las cosas simples y un caos desenfrenado en el amor, pero ¿sabes qué? Así me
gustas, tal cual eres te voy a amar.
MUY BUENO eh disfrutado cada palabra!!!!
ResponderEliminarmi madame mendienta buena!!!!