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Una Gata Real

“No hay gatos corrientes." Colette

Algunos estudios psicológicos declaran que muchos de los cuentos infantiles que nos acercan a nuestras primeras lecturas son nocivos para la formación de las relaciones de pareja en la adultez. Estas historias se introducen de alguna manera en el inconsciente y se contraponen cuando tenemos que compartir nuestros traumas y baches existenciales que arrastramos desde la infancia y hacen que sostengamos relaciones inestables.

Los síndromes de la Cenicienta, Peter Pan, Romeo y Julieta, de Penélope, son entre otras las tipificaciones que siguen los pasos de Freud y Jung con sus conocidos complejos de Edipo y Electra, descripciones retomadas de la literatura infantil y universal por las historias que en el subtexto se escudriñan.

Pero, ¿Por qué un cuento infantil o una novela pueden ser tan poderosos para alterar un proceso psíquico como es la formación de la conducta? Hay un sin número de razones pero una de las principales es que nos crea una falsa ilusión de lo que son las relaciones de parejas. Lamentablemente es en el seno familiar donde reiteramos esos patrones prefabricados y damos por sentados que la sociedad funciona de esa manera cuando está más que demostrado que las familias están cambiando pese a las antiguas construcciones de parentesco que todavía queremos preservar como grandes monumentos de patrimonio.
Un patrón de comportamiento que nutre la figura patriarcal son las historias de princesas. El sello Disney por décadas ha obtenido ganancias exorbitantes porque millones de padres alrededor del mundo soñamos que nuestras pequeñas hijas correrán la suerte de la Bella Durmiente, la Sirenita, Rapunzel. Compramos libros, películas, ropa, juguetes validando de alguna manera que ese es el modelo a seguir “cuando seas grande”.

La noticia de hoy en todos los medios de comunicación es la abdicación del Rey Juan Carlos de España. Aunque hay un laberinto parlamentario porque no hay una ley a la fecha que regule este tipo de decisiones, el anuncio fue hecho ante el mundo entero.

El otro tema que está en la palestra mediática es que Letizia, esposa del príncipe, será la primera reina plebeya en ocupar el trono en la familia real. El rey Juan Carlos después de 39 años en el trono quiere entregar el cetro a su hijo. Esto me recordó la escena cuando la princesa Fiona, presenta a Shrek a los reyes y el temor se infunda porque un ogro verde y feo será el próximo rey de Muy, Muy Lejano.
Conocimos a Letizia Ortiz siendo presentadora de las noticias más relevantes a nivel mundial, cuando era una figura destacada de la Televisión Española y en la cadena CNN. Ella tenía su mirada en todos los acontecimientos. Desde el 2004 fecha que contrajo nupcias con el ahora heredero al trono Felipe de Borbón, la mirada mundial la sigue con impertinencia.

Letizia Ortiz, esforzada y procedente de clase media en España, estudió becada en la Complutense de Madrid y fue galardonada por su destacada labor periodística, apareció en la portada del disco de Maná Sueños Líquidos, pintada por el cubano Waldo Saavedra mientras estudiaba un doctorado en México, la han tildado de anoréxica por su delgadez, y de inapropiada por usar una falda transparente que dejaba ver sus pantis.

Aunque los sectores más recalcitrantes de la monarquía no vieron con buenos ojos a Letizia como esposa del príncipe y la han menospreciado echándole en cara su procedencia de gata de vecindario y sin linaje. Sin embargo, ha demostrado que antes de ser princesa, ella era una gata real.

Una gata real, porque realmente todo lo que obtuvo, antes de alcanzar el sueño de vivir en “Alicia en el País de las Maravillas”, fue por sus méritos y esfuerzos. Letizia ha estado en ambas aceras, la de mujer independiente, luchadora que triunfa, que se divorcia, que se toma unos tequilas con una popular banda Pop mexicana, que se endeudó para pagar su apartamento en España, una mujer con ambiciones profesionales cumpliendo los sueños que toda mujer moderna quisiera realizar.  También camina por los monárquicos pasillos de España como esposa del príncipe.

Nadie imaginó, ni ella misma, que en una cena conocería a Felipe y la historia de Las mil y una noche iniciarían. Ella prendó al Príncipe, sin límites de media noche, ni zapatilla de cristal que le hiciera recobrar su belleza y gracia otorgada por su hada madrina. Letizia Ortiz, se presentó sin carroza, ni tiara, pero con éxito profesional y sobre todo siendo ella misma. Diez años más tarde, viven todavía bajo la lupa de los medios quienes esperan algún desliz de la princesa y venderla como  noticia exótica de portada de revista que se consume en salones de belleza. Como los mismos medios señalan, ella conserva lo que muchas mujeres de clase media hacen, va al cine, al teatro, presentaciones de libros y lleva a sus hijas a la escuela.

Si vive el sueño Disney que millones de mujeres desean, eso no me desvela. Pero si reconozco que esta Grace Kelly del nuevo milenio ha retado a los convencionalismos y ha luchado por todo aquello que las mujeres quieren obtener: profesión, reconocimiento, independencia, familia y un hombre que aceptó su origen sin prejuicios. ¿Amor de cuento de hadas?

Sabemos que no todas las mujeres tenemos el destino de Letizia, pero si sabemos que en nuestros propios reinos somos soberanas absolutas de nuestra vida, que no queremos ser tratadas como cualquier gata. Cambiar la conducta y patrones pre-establecidos, es afán de hombres y mujeres reales que pretenden construir relaciones menos truncadas y más diáfanas.


Romeo y Julieta solo vivieron felices para siempre en el sueño eterno.  Los personajes de ficción existen en los bordes de un libro. Cada uno fabrica su historia, cada uno tiene derecho a sentirse un caballero de la mesa redonda, una niña bella que duerme cien años esperando el beso de su amado. 

En el mundo real, los príncipes viajan en bus o en un carro que están pagando, las princesas se les corre el rímel y tienen que esperar la quincena para comprarse una blusa. En el mundo real, el amor tiene otros retos y aristas.  Colorín, colorado este post ha terminado.

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