“Sin el arte, la
crudeza de la realidad haría al mundo insoportable”
George Bernard Shaw
Es muy difícil no conmoverse
cuando vimos “La Lista de Schindler”, “El Lector”, “El imperio del Sol” entre
muchas. También los que hemos leído “El diario de Ana Frank”, “Las Cenizas de
Angela” de Franck McCourt “A sangre fría” de Truman Capote, “El Olvido que
seremos” de Héctor Abad Faciolince, “Castigo Divino” de Sergio Ramírez. El
cuadro El Guernica de Picasso, los murales de Orozco o Diego Rivera, los
cuadros de Caravaggio, el rock y todo el despertar social en sus diferentes
derivaciones: punk, folk, luego el rap y hip-hop nacido en los barrios
marginales.
Si queremos conocer la historia
de un país, de su gente: revisemos sus expresiones culturales: música, teatro,
literatura, cine, danza etc. Quizá a los fieles seguidores de la historia
documentada desde lo científico no les guste esa afirmación. Sin embargo, nos
conectamos con otras personas cuando nos cuentan sus historias, desde las voces
que no son tomadas en cuenta en la historiografía.
Recientemente leí que una nueva
plataforma Divergentes (no es publicidad) invitó a un músico nacional para
conversar sobre el tema de memoria, justicia transicional. Me pareció más que
curioso que una periodista preguntara ¿Qué hacía allí el músico?
La pregunta, me llevó a sentarme
a escribir esta reflexión porque creo que todavía tenemos el concepto o la idea
que los artistas somos meros entretenedores o que nuestro trabajo es una
afición que disfrutamos compartir y que nos aplaudan.
Desde los inicios de la
humanidad, han sido los artistas quienes, desde los pictogramas de las cuevas
de Altamira hasta las intervenciones de Banksy, los que han registrado no solo
movimientos culturales, sino memoria.
Entonces, ¿Qué entendemos por
memoria? ¿Solo acumular recuerdos en nuestra mente? ¿Qué sucede con las
memorias colectivas que forman parte del patrimonio inmaterial e intangible de
una sociedad?
Pues son los artistas quienes
aportan desde sus concepciones estéticas, de tradición oral, escrita,
gastronómica, musical su concepción del mundo, la interpretación de este y
retratan acontecimientos, comportamientos, memorias de los momentos más crudos
y álgidos de un país, ciudad, continente.
Fue por el Popol Vuh que
conocimos la cosmovisión del mundo Maya y los pueblos ancestrales, la colonia y
la imposición del Cabildo Real a través del Güegüense, los acordes de la
mazurca, polca en el norte de nuestro país recopilado por años por los
folkloristas, el habla y personajes de la cultura popular recopilada en
canciones de los Bisturices Armónicos, Felipe Urrutia y los hermanos de
Saraguasca, Carlos Mejía Godoy por mencionar algunos.
¿Qué sería de nuestra identidad o patrimonio sin el trabajo arduo de los artistas? Trabajo que en muchas ocasiones ha sido invisibilizado, borrado, manoseado por los grupos de poder hegemónicos, por partidos políticos y el gran mercado. Quedó registrado que bajo mandato municipal borraron murales que artistas en los 80’ hicieron en la avenida Bolívar, en otro momento la destrucción de la fuente musical, la concha acústica, el silencio indiferente con Pablo Antonio Cuadra en los 80´y en la actualidad cuando escritores de la talla de Sergio Ramírez, Gioconda Belli, Claribel Alegría y Ernesto Cardenal, obtuvieron galardones internacionales.
Además que cierran los espacios o asedian a los artistas emergentes por no ser parte del aparataje de entretenimiento del poder. Fueron estos artistas quienes se sumaron desde sus acordes, grafitis, rap, teatro, poesía e inscriben en la memoria actual de una generación perseguida y asesinada.
Sin embargo, pese a este contexto
desfavorable para los artistas, éstos siguen haciendo, escribiendo, pintando,
componiendo, bailando, actuando su arte imprime el testimonio y el peso poético de un momento que nuestra historia merece ser escrita no solo desde los terribles índices de violaciones y muertes.
Si no tenemos claro qué papel
desempeñan nuestros artistas en un proceso de justicia transicional, estamos no
solo desconociendo el rol social que estos realizan, sino que
reducimos la justica como meros actos de tribunales o pasadas de cuenta.
El arte, los artistas son
fundamentales para procesos de pacificación, de integración y diálogo social.
¿Acaso el arte es exclusivo de un grupo partidario del color que sea?
Repetiríamos el mismo ciclo de exclusión y maniqueo político si pretendemos que
los artistas hacen una labor solo para un grupo.
La construcción de memorias no es
un proceso lineal, ni de construcción de paralelas espacio-temporales. Son procesos que
tienen sus propios ritmos. Es curioso que todavía no existen muchas novelas,
testimonios, cuentos sobre la década de los 80’ las pocas que hay apenas se
asoman a ciertos acontecimientos, pero hay más historias que se silenciaron
porque la memoria no se recupera de romplón, sino que vamos armando fragmentos,
hilvanando un hecho con otro. Todavía los grandes cineastas nos sorprende con películas que narran hechos desde la 1era o 2da guerra mundial.
Las políticas públicas tienen que
incluir propuestas artísticas, culturales para procesos de esa cultura de paz
de la cual se habla, pero creemos que la pacificación se reduce a un símbolo como
el Faro ubicado en el parque Luis Alfonso Velásquez que luego fue destruido, nuestra
memoria siempre será de corto plazo, sin una mirada más incluyente y eso se
logra a través de esos cambios culturales tan urgentes y necesarios.
“La canción urgente para Nicaragua”, marcó un hecho que pareciera que hoy retorna. Necesitamos de la gestión cultural independiente, pero con apoyo de esas políticas que no destruya lo que se hizo. Al contrario, que sean referentes para que esa Nicaragua “tan violentamente dulce” supere y sane esos duelos inconclusos, las familias separadas, de anécdotas contadas en murmullos.
Es momento que se dignifique el
papel del artista, por muy pequeña que sea su participación, es un constructor
de memoria, de identidad, de autoestima y sobre todo de patrimonio inmaterial y
cultural.
Quiénes preguntan ¿Qué hace un artista en un evento sobre memoria, derechos humanos y justicia? Deberían preguntarse qué hemos hecho los ciudadanos para apoyar a que estos artistas contribuyan a que cada vez que una pieza folklórica, del caribe, o popular suene, aunque estemos en Estambul, nuestros sentidos harán que nuestro corazón se apriete y una lagrimita de emoción asalte nuestro rostro.
Necesitamos una ráfaga de paz desde los acordes sordos de un guitarra que hace eco a las voces silenciadas por balas.
Comentarios
Publicar un comentario