´“El gato que está en la oscuridad sabe que en mi alma una
lagrima hay”
Roberto Carlos
-Made, ¿Será que podemos vernos hoy?-Reconozco la voz
lacónica de Chavela y ese tono de angustia tras la línea.
-Si podemos -respondo- pero luego de las 2:00 p.m. tengo que
ir a la policía a solicitar un record-
–Porfa´, estoy desesperada, quiero salir de la casa, me
siento hecha mierda, no quiero estar más encerrada-
Tengo el número 18 para ser atendida en la Estación II de la Policía Nacional. Mientras espero leo "Larga Noche hacia mi madre"
del escritor tico Carlos Cortés. Siempre llevo conmigo un libro, principalmente porque no quiero que me hable ningún extraño y porque me apasiona la
lectura. Las paginas me atraparon desde el inicio, es la historia
desgarradora del protagonista que desde su niñez tuvo que batallar con la
enfermedad mental de su madre y la relación odio-amor que mantuvo hasta su
muerte.
-Puedo sentarme-alquien irrumpe de manera
intencional-Levanto la vista y reconozco a Omar un amigo que no miraba hace más
de 2 años.
-¿Estás solicitando record?- añadió- Si, confirmo-¿Buscas
trabajo?- -No ,aclaro. Voy fuera del país y me lo piden como requisito
para la visa- ¿Vos, qué has hecho? pregunto forzada, no suelo hacer comentarios de este tipo.
-Llevo un año sin trabajo-Incomoda pausa entre los dos, como
si el aire rasgara la conversación.-Entiendo-Digo a secas.
Omar estudió ingeniería industrial, y tiene una maestría en
procesos ambientales, es bilingue. Mientras Omar hace un resumen de su
situación, advierto que jamás me miró a
la cara, hablaba para sí mismo, como si ensayara un monólogo que pronto estrenará.
Lo noté más delgado y la voz cargada de hastío.
-Dame tu correo-interrumpo- No tengo, responde- Tu número de
celular-dejé de usar-.Descifro el mensaje oculto de esas respuestas y solo dije: Suerte. Me despedí y lo dejé
sentado con sus divagaciones.
Espero a Chavela en el café donde nos citamos. Reviso mi
gmail y tengo un mensaje de Ale, lleva por asunto: Todo bien.
Hola, Made, todo bien con vos?
cómo vas con los viajes por CA
escribí un poquito,
abrazos.
Hace más de un mes que no veo, ni hablo con Ale. Ella, según
me dijo, también pasa la mayor parte del tiempo encerrada. Responde mi
correo: "Nunca tenemos idea de cómo están los otros, a menos que se
abran y nos cuenten. Y andar contando que una está hecha verga, perdón por la
expresión pero llega a ser bien acertada, no es algo que agrade ni que
incentive".
Estos tres amigos no se conocen entre sí. Además de mi amistad el común denominador
entre ellos es: El silencio y la distancia, propios de quienes están en el
sótano oscuro de la depresión. Llevo varios meses "viéndome a escondidas"
con la depresión, tengo amigos que coquetean con ella, otros mantienen una relación de hecho estable y ciertos en concubinato. Algunas personas ni
siquiera saben que están deprimidas, que algo les deprime o que atraviesan un
momento de depresión.
La depresión, es una enfermedad que en la mayoría de los
casos pasa desapercibida. No es un simple resfriado que se quita en 7
días. Porque es una paracaidista sin
previo aviso, una toma tierra que se apropia de los linderos de tu mente, tu
paz y tu estado de ánimo. Se instala sin invitación y les aseguro no funciona
colocar la escoba detrás de la puerta para que se largue esta visita
inesperada. Despierta con vos después de una noche de insomnio perverso y tiene
la desfachatez de preguntarte: ¿Cómo amaneciste? - ¿Acaso no es obvio? ¡Pues hecha
mierda!-
Nadie sale a la calle buscando una membresía para entrar a este exclusivo club. La Depre, que tiene una enorme base de datos, te llamó un día y te ofreció de manera "gratuita" una tarjeta, sin límites de crédito, para el mercado del desorden afectivo, en el cual por cada compra acumulas millas, regalos, credipuntos que te suben a un tobogán interminable de consumo y que no sabes como diablos vas a cancelar.
En el supermercado depresivo hay estantes de síntomas
variopintos. Están desordenados para que
llenes tu carretilla de manera compulsiva con cada uno de los productos que
están en oferta. Camisetas iracundas, twelve pack de tristeza efervescente,
toallas desechables de desánimo, kilos de mal humor, jabones espumosos de
culpabilidad, lágrimas en atomizadores desde 50 hasta 500 ml, rollos de doble
silencio en paquetes de 6 y 12, aromatizadores de desgane sexual y afectivo 2 x
1.
Para muchos la depresión es una enfermedad de moda. Una pose de los
artistas incomprendidos y de los hippies estancados en el peace and love, de los que quieren llamar la atención y dicen que están depre, down, dark,
underground, low en sus estados de facebook y tweeter, acompañada por su
respectiva canción cortapulsos. Este estado le llamo "estado Kafka". Literalmente te sentís una cucaracha.
La depresión, no es falta de, ni exceso de. Es un cúmulo de
factores no resueltos que vas acuñando por años y que encubrís en la mayoría de
los casos con otros desordenes y apegos: Alcoholismo, adición a las drogas,
fármaco-dependencia, trastornos compulsivos-obsesivos a las compras, a la
comida, al sexo, a los juegos de azar. En la caverna tenebrosa de estos
comportamientos habita el cancerbero de la depresión. Ese monstruo de 3 cabezas
con enorme cola que abre de par en par las puertas del Averno.
Por estar en el espectro afectivo, emocional, creemos falsamente que la depresión es un fase pasajera y no un satélite que nos
regirá el mapa astral. Al igual que sucede con las víctimas de abuso, se siente
vergüenza reconocer que estamos en esta situación. Como decía mi amiga
Ale, "no es agradable ni incentivo" por supuesto que no motiva estar con alguien
que no nos invita a bacanalear sino a llorar. Por tal razón, la persona
depresiva, se oculta, transmuta, se enmascara para que nadie note su estado.
Este año se suicidaron dos de mis actores favoritos, Seymour
Hoffman y Robin Williams. Ambos exitosos, ganadores del apetecido premio Oscar,
con una larga trayectoria en varios géneros: drama, acción, comedia. Pero su
mejor papel lo representaron en su vida real, ambos disfrazaron la depresión
con abusos de alcohol y drogas dejándose arrastrar al triángulo de las bermudas
de los suicidas. Este es un perfil muy típico de los depresivos, ante la mirada
de otros, tienen todo lo que el mundo anhela y envidia: Éxito profesional,
familiar, belleza, galantería, inteligencia y no entienden por qué estas
personas que aparentemente tienen "todo" acaban tomando esta
decisión. Nadie sabe el mal de la olla.
Una severa depresión que no es tratada de manera adecuada
puede desencadenar en la pérdida de sentido a la vida, de continuar en este
mundo, con la opresión que causa este padecimiento y concluir el dolor de una
manera trágica. En un artículo reciente de Confidencial, señalaba que el índice
de suicidios en Nicaragua es el más alto de Centroamérica. Contradictorio en el
país más seguro de la región, los jóvenes ponen fin a sus vidas.
La poca importancia a la salud mental es uno
de los tantos factores por los que la depresión desemboca en ese callejón sin
salida y sólo el gato en la oscuridad nos ve llorar y sufrir. La falta de oportunidades
laborales, la decadencia social en una espiral enorme de indiferencia, la apatía,
el auto exilio, la separación de las familias por migración, la violencia
doméstica, la falta de equidad, de justicia, de libertad, de dinero y salarios justos son apenas pinceladas
externas que colaboran a que el supermercado depresivo siempre se mantenga
abastecido.
El café estuvo oportuno para el momento, su aroma nos hizo recordar que hay placeres sencillos en la vida. Chavela y yo, reímos, lloramos de nuestras desgracias y las ajenas. Compartir el silencio ha sido mejor que callar a solas. Ambas vamos al súperdepre, nos cuidamos el bolsillo emocional para que la cuenta no salga elevada.
¿Alguien más me acompaña a hacer compras?
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