"Dicen que la curiosidad mató al gato, pero no cuentan si lo que descubrió
merecía la pena". José Saramago
Por
curiosidad, aprendemos a fumar, beber, patinar, a leer un libro, escuchar una
banda musical, probar alimentos, conocer lugares, culturas, lenguas y
personas. Virtud o defecto la curiosidad es nervio principal de toda
investigación científica, histórica, documental, artística; gracias a su impulso, la humanidad
ha logrado enormes avances hacia la modernidad. La
curiosidad, nace del instinto de sobrevivencia, del envión por
resolver enigmas, que nos presumen respuestas, o nos comprueban teorías.
Aunque
la psicología trate de hacer aproximaciones y estudios sobre
quienes somos, uno de las mayores curiosidades del ser humano es saber qué
nos fluye dentro. La psiquis humana tan fascinante como peligrosa es un
enorme laberinto de secretos, pensamientos, deseos, memoria acumulada y desconocemos en su totalidad qué guardamos en nuestros registro mental.
La
mente es una cosmogonía completa, una galaxia alucinante donde
almacenamos los misterios aun no resueltos, como los sueños, la muerte,
los estados de conciencia, los anales de nuestra reminiscencia. Sabemos que las
múltiples conexiones neurológicas se activan mediante un sistema eléctrico que abre múltiples ventanas y crea esos hipervínculos entre los recuerdos, las imágenes, los estímulos visuales que se comportan
como un complejo sistema operativo que nos comparte información desde algunas
zonas del cerebro, hasta las falanges más pequeñas de nuestro cuerpo.
Aunque
la ciencia busca explicaciones contundentes sobre el funcionamiento de la
mente, el ser humano destapa ese baúl secreto donde guardamos un cúmulo de
ángeles y demonios, nuestros pensamientos más ocultos, nuestros complejos,
miedos, la grandeza de la imaginación, creatividad e ingenio. Desde que
Goleman popularizó el término de "Inteligencia Emocional",
aparecieron miles de libros y manuales de autoayuda que nos entregan la llave
mágica para abrir el cofre del equilibrio mental. Administrar las emociones,
no es una tarea fácil puesto que estas se pueden enmarañar en
las dendritas que recorren de punta a punta los hemisferios y muchas veces
alteran nuestro ecosistema psíquico. ¿Por qué solemos hacernos un
torbellino emocional? Porque el ser humano es un complejo engranaje de
emociones, sentimientos que se fusionan con comportamientos aprendidos,
conductas inadecuadas, pensamientos lógicos, irracionales, además de nuestros trasnochados prejuicios que siempre nos juegan una mala pasada.
Pero
regresando a nuestro tema, ¿qué papel juega la curiosidad en todo esto? La
curiosidad, bien dirigida tal como lo expresa la Inteligencia Emocional, nos
puede llevar a recopilar valiosa información, encontrar el balance
entre cuerpo, alma y mente. Explorar los recodos ocultos del
pensamiento y buscar alternativas creativas para la mejora del ser humano en
todos sus ámbitos. Entender el mundo y como conservarlo para no contaminarlo. Buscar y disfrutar en plenitud. Sin embargo, cuando los neurotransmisores divulgan
mensajes cifrados, cuando la información no está completa y sólo recibimos
destellos parciales de la realidad nuestra percepción de las cosas tiene
enfoques distintos, colisionando unos con otros.
Llevar
la curiosidad por caminos sinuosos es la garantía que cualquier empresa
se enrumbe al desfiladero. No es malo ser curioso, el peligro radica en el vértigo que nos empuja a abrir
esa caja de Pandora y una vez abierta no sabemos cómo meter nuevamente la ira, la furia y
la tempestad que provocan los sentimientos más adversos.
Las
relaciones humanas son cada vez más livianas, iluminadas bajo la luz de los 60
segundos de fama de una instantánea, amenazadas por la contaminación mental que pueden ser las redes sociales que nos mantienen en una cuerda floja de ambigüedad,
de desconfianza porque pensamos que la palabra y el abrazo real no
son suficientes para sostener el cariño en una relación.
Las
redes han unido al mundo en un click, pero han separado a los individuos por
una foto, un mensaje, un like, un turbio comentario que es sometido a juicio público o
privado. Vivimos en un estado de guerra permanente; porque la batalla que
libramos se gesta en el soma, en la médula que recorre todo nuestra espina
dorsal y concluye en ese impulso que nos lleva a escudriñar al otro,
diseccionar la mente del otro, inhalar el último hálito de pensamiento del
otro, porque queremos que nuestra mente y acciones tengan un lenguaje único y
muchas veces no es lo que decimos, sino como es percibido, como
es descifrado ese mensaje.
La
curiosidad, no ha matado a ningún gato, pero ha roto muchos corazones.
Relaciones edificadas, en construcción, en gestación se disuelven porque no
aceptamos el riesgo del enigma, de confiar en las miradas, en el tacto, nos
dejamos arrastrar por la vanidad, el ego y nos volvemos expertos en espionaje
de redes de todo aparato electrónico, gps, conversación y gesto se convierte en potencial enemigo.
El
enemigo, duerme con nosotros a diario, está en nuestro subconsciente, en
nuestros pensamientos reprimidos, en nuestras angustias y en la rabia
contenida. En todas aquellas medusas que nos petrifican el alma.
Es
tan fácil bloquear de las redes a una persona, eliminarla de la nube....también
se puede encerrar durante mucho tiempo un recuerdo traumático en tu mente...pero en el silencio de tu monologo interno, cuando los nervios coagulan, cuando la
espesa sangre fluye lenta, los sentimientos empiezan a pulular y nada
puede impedir que una y mil veces la pregunta te interrogue, valió la pena
sacrificar el eslabón perdido? o mi curiosidad comprobó que el miedo rompe
cadenas?
Hola, la curiosidad nace en nosotros por que nosotros mismos nos negamos la verdad.
ResponderEliminar"La mente es una cosmogonía completa, una galaxia alucinante donde almacenamos los misterios aun no resueltos, como los sueños, la muerte, los estados de conciencia, los anales de nuestra reminiscencia."
Muchas gracias Edwin por tu comentario. Curiosa verdad, la que viven en nosotros.
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