!Si hubiera que elegir un sonido universal para la paz, votaría por el ronroneo! B.L Diamond
Estaba en una librería comprando los materiales
escolares para mis hijos, no cabía ni un lápiz en el abarrotado lugar. Las 11:00
am el aire acondicionado no soplaba para enfriar la espera de la caja. El
reguetón bombardeaba los oídos, la gente se empezó a inquietar, protestar y
gritarle a la cajera, quien nerviosa hacía su mejor esfuerzo por sumar
rápidamente. Mientras estaba en fila, pasó una joven con un gafete puesto quien
se deshacía en disculpas y explicaciones frente a los compradores, le pregunté quién
era el supervisor y era ella, le hice amablemente la observación: si cambiaras
la música y bajas el volumen, quizás la gente no reclame. !Afortunadamente me hizo caso! Comprobé lo
que se ha dicho hasta el cansancio: la música suave calma.
El otro día un conocido fotógrafo señaló una
situación parecida en un popular Centro Comercial de la capital. A quién
respondí: ¿Quisiera conocer al gurú del mercadeo que instauró el ruido como el
Santo Patrón del comercio?
Hablando con mi novio, me recordó que cuando los
primeros aparatos de sonido vinieron al país, nuestra población era cinco veces
menor a la actual, las casas estaban distanciadas y quienes tenían un "tocadiscos" sufrían la imperiosa necesidad de "compartir" con
sus vecinos a todo volumen la entrada triunfal a la modernidad y así sucesivamente hasta el sol de hoy atropellamos con nuestro gusto musical a los demás, dando por sentado que a todos nos gusta el mundanal ruido. !Qué pase el Escándalo!
A diario, nos encontramos con una variedad de ruidos, sonidos que en la mayoría de los casos son impuestos. Algunas personas que amamos el silencio nos hemos quejado y nos frustramos porque la línea de respeto hacia los demás, es abusada de la manera más impertinente.
Managua, además de dispersa, es una ciudad ruidosa,
escandalosa, porque sus ciudadanos lo son. Sirenas chillonas, bocinas groseras, altavoces, apretujados frenos,
baratas imprudentes, gritos, pregoneros, motores, maquinaria, ruido, ruido y más ruido es
la voz que tiene Managua. Si pudiéramos personalizarla, ella sería una persona
gritona y bullanguera, como gatos en una noche de pasión felina.
Horror Vacui, es el término
utilizado en la crítica de arte y es el temor al vacío a dejar zonas
despejadas. Muchas veces nuestra mente saturada de cosas tiende a crear espacios en blanco, olvidamos las palabras, un nombre, una dirección. Esta reacción es normal para darle un descanso a nuestros inquietos pensamientos.
Quiénes se atreven a crear en algunos géneros,
pintores, escritores, periodistas, críticos, experimentan ese temor de la
página en blanco. Las razones son diversas, pero la principal es ocupar los
márgenes de la página, lienzo, en su justa medida.
En la vida cotidiana, ¿cuántas veces al día nos
enfrentamos al vacío? ¿cuánto le permitimos a nuestros sentidos que descansen sin
interrupción? Sé que hacemos nuestros mejores esfuerzos pero el ruidoso medio
donde habitamos hace que esta tarea siempre se quede pendiente.
Entonces asumo que nuestra sociedad vive en un eterno Horror vacui, ese espanto a escucharnos a nosotros mismos a bajar el volumen y respetar a los otros. El silencio equivalente al vacío sólo podemos disfrutarlo en los entierros y cementerios. !Porque ni en los velorios somos callados! Mucho menos, si estos son en un barrio o pueblo, hay juegos de azar, chistes, comilonas, borracheras y mariachis.
Las razones por las cuales somos tan escandalosos son muchas, pero creo que es la evasión hacia nuestros pensamientos, ideas, necesitamos "saturar" nuestros sentidos para no escuchar nuestra voz, ni la de los demás. Escapar con el ruido, es el síntoma de una ciudad que se ha tragado en silencio el dolor telúrico, eructos volcánicos, gritos de guerra, duelos, muerte, tristeza. Escondemos ese vacío, con la máscara del eterno bullanguero.
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