La polémica presencia del presidente y su séquito familiar en la reunión del CELAC celebrada la semana pasada en la vecina del sur, todavía tiene centelleando las incrédulas miradas de quienes confirman que no gobierna un estado sino una familia. Los nicaragüenses que seguimos las noticias, no sabemos si llorar o reír ante tan caricaturesca situación en la que vivimos y de la cual todos somos "presuntos implicados".
Esta reunión, me recordó el dibujo animado "Don Gato y su Pandilla"
Don Gato, vive en un callejón en Manhattan, tiene una incondicional pandilla de secuaces que siempre acuden a "juntas" al sonar las tapas de los basureros. Don Gato, siempre se mete el líos, porque no respeta la autoridad, ni las leyes representada por el oficial "Matute", utiliza su teléfono sin permiso para "hacer negocios fraudulentos".
Su corta trayectoria de 30 episodios fueron suficientes para que pasara a la historia de las animaciones por su contenido social, más allá de la diversión que pudiese tener creo que Top-Cat no fue pensado para un público infantil sino para adultos, ahora que lo analizo en perspectiva.
Don Gato, es el típico "desclasado" que vive en un basurero pero tiene ínfulas pequeño-burguesas y su familia (pandilla) confabula con las ideas más alocadas que su líder tiene porque el sueño de Don Gato es ser millonario, sin trabajar. Esta pasión monotemática hace que se enreden en aventuras de pactar negocios con hampones, asalta bancos, gatas truculentas, turistas ingenuos, rescates de osos hormigueros. En fin, Don Gato ve oportunidades de estafas y de dinero fácil donde nadie más podría imaginarlas, pero no hay que minimizar las habilidades que tiene este líder, el manipula el hambre y la necesidad de los Gatos que viven en los basureros.
De manera tal que si la ficción se torna realidad y viceversa, nosotros vivimos una temporada tras otra de un refrito titulado: Don Ortegato y su Pandilla.
Don Ortegato asistió con Cucho (el gato rosado) Panza, Espanto, Benito y Demóstenes a una cumbre de Presidentes, trampeando, nombrando y nacionalizando a todos los gatos del callejón, como gatos aterciopelados, con pedigree, vacunas, pasaporte diplomático, cédulas de identidad y certificados de nacimiento, firmados y lacrados por la uña de la Compañera Canciller.
Toda esta pantomima, es un capítulo más que evade el problema real de Don Ortegato, está desesperado por ser un Marajá. Si no me lo creen les dejo el episodio que parece ser el culto de inspiración.
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